domingo, 18 de septiembre de 2016

Abrazos de Dríada, mi primer relato Bloggerland


Allá va mi primer relato cargado de mucha ilusión!
Espero que os guste!
(¿Quieres saber más sobre Bloggerland?:
http://cercadelinfinito.com/granitos-de-arena/bloggerland/ )
Muuuuchos abrazos, Ev.

Abrazos de Dríada

Hubo un tiempo en el que existió la paz. 
Una época en la que la armonía, el viento y el sonido de los pájaros sonaban hasta estridentes. La luz que se abría paso entre las hojas de los árboles solía iluminar hasta los lugares más recónditos del bosque de Nëferet. Ella no quería ser la única que no apreciase la llegada de un nuevo ser celestial.

Todavía no corría la guerra cuando Evangeline llegó al mundo. Su pueblo siempre dijo que su nacimiento consiguió arrojar algo de esperanza a la penumbra que asolaba al bosque durante ya varias décadas de incertidumbre. La presencia de una fuerza mayor sobre ellos era palpable, tanto en el ambiente como en sus peores pesadillas.

La majestuosa Hayatreen, sabia del clan de las dríadas, se abrió paso entre la multitud vitoreante en silencio. Sus ojos dorados contaban más allá de la savia que fluía por ellos, un montón de experiencia, incertidumbre, tristeza... y un cierto anhelo de esperanza con una vida joven entre ellas. No tenía corazón, pero notaba como su savia palpitaba de emoción. Amarrada aún a su árbol, asustada de perder vínculo directo con él, temblaba una pequeña criatura todavía conectada a raíces y tallo del joven y robusto roble (Quercus robur). Cuando decidió levantar sus párpados, unos ojos almendra llenos de vida se abrieron por primera vez en años e inundaron la sala de aura celestial.

El nacimiento de una dríada es un hecho complejo pero digno de ver, aunque suele transcurrir en silencio a los ojos del resto de animales del bosque. Llegado a su apogeo, una sílfide anciana acude al bosque de los Ënts para caer en su profundo sueño milenario. Ella misma escarba entre la tierra, cavando su propia tumba con las últimas fuerzas que le aportan sus pequeños miembros. A medida que sus últimas horas pasan, acurrucada en contacto con el suelo, comienza a echar raíces, su diminuto cuerpo desaparece, y adopta un color marrón, algo más oscuro que la tierra que lo contiene. Pasadas ya las temporadas de primeras lluvias, su exoesqueleto se reblandece y empieza a resquebrajarse perdiendo toda la poca vida que en sí habita. Mas, cuando parece ya haber muerto, en el primer eclipse lunar vuelve a la vida. La piel deja entrever una semilla que se abre paso entre los suelos, y sale tímidamente a la superficie.  Es en este momento cuando se celebra la fiesta del árbol: el pueblo se reúne en torno a sus árboles para dar la bienvenida a futuros huéspedes de su clan y les ponen nombre. La velada acaba de madrugada con los primeros rayos solares, que, matutinos, orientan a los brotes a erigirse de la penumbra por vez primera en la andanza de su crecimiento. Una vez, cuando el árbol deja de crecer, una dríada viene al mundo.
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 Hayatreen acogió a Evangeline como su pupila, ganándose incluso la envidia de algunos de sus compañeros aprendices. Ev, como la llamaba su maestra sabia, aprendía rápido. No era raro verla acompañar a la sabia a alguna de sus expediciones por el bosque, o trapicheando pro su despacho en busca de algún libro raro olvidado que nadie prestara atención. Evangeline creció en edad y en conocimientos, que atrajeron curiosidades a la joven dríada a expandir sus horizontes más allá de sus tierras. Mientras tanto, la mecha de Hayatreen soplaba cada vez con menor fuerza.

Cuando cumplió su 18 siglo, Ev pidió a Hayatreen el deseo de ir a la isla de los dragones sobre la que tanto había oído hablar y relataban sus libros. La sabia accedió de mala gana, pues últimamente las cosas andaban un poco turbias en Bloggerland acerca de las disputas de los dragones con los elfos, y, claramente, no querían problemas. Sin embargo, quería aprovechar sus últimas fuerzas para formar a aquella joven ante la adversidad del mundo antes de que fuera demasiado tarde, y que mejor que enseñarle tales parajes.

Emprendieron el viaje pocos días después, tras empaquetar unos cuantos víveres y comunicado al consejo del pueblo su partida, quienes accedieron un poco preocupados a aquella travesía caprichosa de ambas dríadas. El viaje se hizo ameno, pues cuando Hayatreen no estaba contando anécdotas o historias acerca de Bloggerland a la joven Evangeline, le aportaba clases prácticas de botánica o sabios consejos que nunca debería olvidar.

Al quinto día de haber partido, llegaron a Aledis, la isla de los dragones, con el cielo un poco emparedado de nubes:

-Parece que los dioses están enfadados- susurró Hayatreen esbozando una sonrisa sarcástica. Su porte, majestuoso y callado, a veces dejaba entrever su adicta afición a la aventura; o a su humor esporádico, que en alguna de aquellas sonrisas le hacían rejuvenecer.

Una rama crujió unos pasos más allá de ellas. Ambas se giraron bruscamente. Hayatreen blandió su bastón hacia el lugar de dónde provenía aquel sonido. Estaba conjurando un hechizo de petrificación, cuando unas preciosas alas asomaron tras el matorral.

- ¡Espera! -gritó Evangeline hacia su sabia. Se acercó sigilosamente al matorral mientras recitaba un hechizo y apartaba hojas con sumo cuidado. Ya próxima al arbusto, distinguió unos enormes ojos dragoniles que le miraban con la misma curiosidad que invadía su propia mirada. Evangeline trató de recordar sus clases de élfico y arcano, pero o el dragón no la entendía; o su sabia lo había petrificado; o estaba tan nerviosa que solo articulaba palabras sin sentido.
Fue entonces cuando el dragón decidió que era hora de marcharse y emprendió el vuelo. Las escamas de su cuerpo brillaban fulgurantes bajo la luz del sol, obnubilando a cualquier ser que se cruzara en su camino. Evangeline le siguió con la mirada mientras se perdía en el horizonte con una cierta admiración ofuscada. 
La voz de su sabia la sacó de sus pensamientos:
 - No se lo tengas en cuenta a ese dragoncillo, estaba igual de asustado que tú al verle. -rio. - Creo recordar que era el pequeño Vlad, ha crecido mucho desde la última vez que le vi.
Los ojos de Evangeline petrificaron en la silueta de su sabia: - ¿Le conoces? - preguntó sorprendida.
- Fui gran amiga de sus padres en otros tiempos- sonrió Hayatreen tristemente
- ¿Y qué pasó? - La curiosidad invadió a la joven dríada
- Pues... ¡Diablos y tritones Evangeline!, ¿qué te he dicho de sacar afuera tu curiosidad? Venga, continuemos, ya hemos perdido mucho tiempo.
Tras una sarta de reproches y lecciones, Evangeline accedió refunfuñando y prosiguieron su aventura.

Anduvieron durante unas eternas dos horas disfrutando la arena fina negra de la playa del deseo, hasta toparse con una gran montaña rocosa. En lo alto, se alzaba un castillo abrumadoramente siniestro y en cierto modo aterrador, del que salían lavas de fuego por sus laterales y cuyos torreones eran apenas visibles entre tanta humareda.
- ¿Vamos a subir hasta allí arriba? - preguntó sin apenas voz Ev.
- Digamos que vamos a intentarlo, ¡manos a la obra!... digo… ¡a la roca! - dijo Hayatreen mientras se reía de su chiste malo y Ev suspiraba.

Ambas dríadas comenzaron a escalar la montaña. Poco después de que cayese el primer sol y su luna crepitase sobre sus cabezas, llegaron a la cima. Una mezcla de azufre y humo tiznante cargaban el ambiente. 
-Hace muchísimo calor.-dijo Ev, desprendiéndose de su capa verde hoja. - Diles a los amos que se han dejado la estufa puesta y... - Una mirada de reproche de su maestra acalló a la joven dríada. En lo alto, de repente, una sombra invadió sus cabezas y acto seguido exhaló una llamarada.
Hayatreen, sin dudarlo, rodó hasta la joven y envolvió a Ev junto a ella con su bastón mágico, en milésimas de segundo antes de morir abrasadas.

- Vaya vaya... ¿qué hacen dos seres tan peculiares por mis tierras? - bramó una voz entre aleteos que poco después cesaron. - Espera, ¿Que ven mis viejos ojos de dragón? ¿Hayatreen, eres tú? ¿Qué te trae por aquí?
- Saludos, señor de los dragones- respondió la sabia mientras hacía acto de reverencia - Simplemente estoy enseñando a uno d mis pupilos las tierras de Bloggerland-. Agarró a Evangeline y la postró delante del hocico de aquel ser escamado, cansado por los años (y con un cierto hedor de no haberse duchado en días). - Esta es Evangeline, presenta tus respetos al señor de los dragones joven.
- Es...un...pl..placer, señor - balbuceó la dríada, agachándose torpemente.
- ¿Desde cuándo tus aprendices son tan tontas y menudas, Hay? - sonrió el viejo dragón, dejando entrever una fila de magníficos dientes.
- ¿Y desde cuando los viejos tan insolentes? - bramó Ev lanzándole una mirada desafiante.
- Oh, veo que el joven arbolito tiene agallas. -rio mientras se dirigía a Hayatreen - Supongo que es la época, mi hijo anda últimamente también muy voraz e impertinente. A todo esto, ¿le habéis visto?
Una sombra volvió a tapar el sol dorado, esta vez más fugazmente. Una dragona de porte majestuoso se posó al lado del viejo dragón mientras miraba con cierta superioridad a Hayatreen, quién endurecía la visión. Acto seguido se dirigió al dragón, parecía enfadada:
- ¿Tienes un minuto? Vlad la ha vuelto a liar, esta vez con las sirenas - dijo resoplando al que parecía ser su compañero.
El sabio, resignado, asintió con la cabeza y, tras despedirse de las dríadas, levantó el vuelo junto a la dragona.
- No ha cambiado nada... - farfulló Hayatreen y, por un momento, pareció sentir tristeza en sus ojos - Será mejor que demos esta aventura por finalizada- dijo dirigiéndose a su pupila -, al menos en la isla de los dragones.

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Tras dormir unas pocas horas y cargar raíces en un extremo alejado de la playa, las dríadas se embarcaron en su viaje de vuelta. A los pocos pasos de empezar a caminar, Ev soltó una idea que llevaba pensando desde hace unas horas:

- ¿Por qué parecía que conocías a ese dragón y aun así te hacía sentir incómoda, maestra?
- Puf es una larga historia, Evangeline. Pero, básicamente, es el sabio de los dragones. Conozco a todos los sabios de cada clan. Es parte de lo que acarrea ser sabia de tu tribu, querida.
- Ya, pero por eso ¿tienes que permitir que te hable con esa impertinencia?
- No, pero es que él es así. -suspiró. - Siempre lo ha sido -dijo entre dientes mientras miraba al suelo.

Durante el viaje de regreso, Evangeline aprovechó para practicar con su maestra sus habilidades. La mayoría de sus poderes eran de desgaste, pues, como le había explicado su maestra, al estar tanto en contacto con la naturaleza, solo podían proveerse de ella. "Polvo de adormideras" dejó dormidos a unos cuantos hombres lobo en Indivar, y "enredaderas" le propició alguna carrera contra alguna gárgola enfurecida por haberle dado "sin querer" con sus ramas.
– Nunca dejaré que nadie me tache de débil. Trabajaré todo lo que haga falta para proteger a mi pueblo y no me rendiré – pensaba la joven cada vez que fallaba forjando su espíritu, alentadora.

Llegaron a la Cordillera Hirelda cuando la luz empezaba a arañar las profundidades del bosque de los Ënts a lo lejos.

- Evangeline, antes de que volvamos a casa prométeme que siempre será fiel a tu pueblo, que lucharás por ayudar a cualquiera que lo necesite, y, ante todo, tendrás un corazón valiente y puro.
Ev quedó callada ante las palabras de su maestra, y poco después respondió:
- Jamás dejaría sufrir a uno de los míos...Te lo prometo maestra, aunque el mundo estalle en guerra, nunca te defraudaré.
- Bien, pues va siendo hora de un buen té y de que podemos esas ramas, pequeña. Volvamos a casa - sonrió Hayatreen.

Evangeline le devolvió la sonrisa y bajó corriendo la cumbre para reunirse con sus hermanos chillando y brincando, mientras su sabia la observaba.

-...Y nunca olvides que siempre estaré contigo, mi pequeña Ev- pensó mientras la savia corría por sus mejillas y una planta brotaba a sus pies.
                                                       

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Nunca olvidaré la expresión de sorpresa en los ojos de Hayatreen cuando exhalé mi primer suspiro y pestañeé encontrándome con su sabia mirada. Desde ese momento creo que supe que ella velaría por mi existencia hasta que sus fuerzas le abandonaran. 
Y así lo hizo.
La guerra ha comenzado y ya me ha apartado de muchos seres queridos. Protegeré mi pueblo con mi vida. 
Me niego a derramar más sangre inocente de mis hermanos y a tener que enterrarlos bajo sus árboles por un mero capricho de un ser superior.

Soy Evangeline, actual sabia de dríadas y busco justicia.

Un tímido regreso

Saludos mi gentecilla!

Va siendo hora de dar explicaciones de por qué parece que he abandonado esto, la verdad no ha sido así.
Me he puesto a estudiar html a tope full porque quiero darle un lavado de cara a todo el blog, y los diseños no me terminan de convencer ninguno.
Aun así , no he abandonado la escritura y sé que en cuanto vuelva se notará porque habrá dos entradas al menos a la semana.

Solo deciros que gracias por la paciencia, y que trato de compensároslo con un relato de Bloggerland, el primero de mi personaje vaya.

Hasta pronto,
E intentad sed felices,

Evangeline.